domingo, 27 de septiembre de 2015

La chica del tren


Peñazo, rollaco y truñaco. Yo no sé cómo es que La chica del tren se vende tanto. A mí me llamó la atención porque llegaron un montón a la librería, y empezó a venderse. Y le eché una ojeada y parecía tener buena pinta, a pesar de que ni siquiera tiene una sinopsis que diga de lo que trata, aunque sí muchas recomendaciones de esas que muchas veces son enlatadas de escritores famosos.

Lo de que no aparezca sinopsis lo entiendo después de leerlo: básicamente os digo de qué trata: la prota es una borracha alcohólica que no hace más que ir y venir en tren. Venga p'allá, venga p'acá. Y venga a darle al gintonic. Y luego que si se siente mal y quiere dejar de beber, porque no se acuerda de las cosas, así que coge el tren y venga p'allá, venga p'acá. Pero no le sale, así que hala otro gintonic. Y así. En bucle. Claro, como sinopsis no queda comercial.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El sermón de fuego





El sermón de fuego, de Francesca Haig, es una nueva saga juvenil (aunque la publica Minotauro, sello de literatura fantástica) que se presenta como sucesora de Los juegos del hambre y Divergente. Para aprovechar el tirón, ya sabéis.

Se trata de una nueva distopía, que es una palabra que antes nadie conocía y que ahora está por todas partes. En esta ocasión el mundo se ha ido al garete por culpa de un desastre nuclear (el fuego del título). De eso han pasado cuatro siglos, y la sociedad ahora tiene miedo de todo lo que le recuerde a la época preapocalíptica (las antiguas ciudades, la electricidad y los conciertos de Raphael sinfónico, que en realidad dan miedito ya). Total, que viven como pueden sin twiter ni móvil.

Pero hay algo más. Cada vez que una pareja tiene hijos van directamente a por la parejita: siempre nacen dos gemelos, uno sano y el otro con alguna deformidad (como el gemelo malo de Bart). Y claro, pasa lo típico en estos casos, que cuando el bebé es tan feo la madre no sabe si quedarse con él o con la placenta. Así que la sociedad se divide en dos castas: los alfas, que son los sanos y los privilegiados; y los omegas, que son segregados y viven como pueden, marginados y en las peores tierras.